miércoles, 15 de octubre de 2008
sábado, 11 de octubre de 2008
EDITORIAL
A nuestra amiga Anita Chang Ruiz,
en el recuerdo.
Oscar Wilde escribe en su prefacio del autor: la moralidad del arte consiste en el uso perfecto de un medio imperfecto.[1] Sin el mínimo rasgo de la genialidad de Wilde, me obligaré una respuesta explicativa al por qué del surgimiento de este pequeño bosquejo artístico.
Todo ser humano, desde que nace hasta que se le olvida, mantiene una constante lucha interna que es visible en su mundo exterior: lograr que aquellas metas, que mejor llamadas son sueños, puedan tener el ligero aire de la realidad. En algunos casos, el logro; en otros, la amargura de lo nunca obtenido. El artista no es ajeno a este humilde trajín.
Muchas veces el artista es un creador; otras, un observador. Pero en esta observación intenta recrear un mundo ejemplar, único e irrepetible; busca el medio, la forma de dar vida o voz a aquellas voces que suplican libertad en los amaneceres del subconsciente, o de la razón, siendo la primaria razón la necesidad de lograr el cúmulo de acciones que disipen la bruma que es el imperfecto espacio donde se desarrollan y subsisten.
El arte es una virtud, una pasión, no una excusa de carácter aislador.
Para conseguir una descripción más exacta, nos centraremos en la realidad. Cobijando una tradición histórica, los nuevos grupos literarios surgen con diversas y significativas voces dentro de vertientes diferentes y bien demarcadas, muchos de ellos manejando la utópica corriente liberadora y otros tantos desbordando la conflictiva belleza del parnasianismo. Es aquí donde la duda surge y se bifurcan los debates en un hilo común, ya que el hedonismo vital de la juventud es, en ciertas ocasiones, un arriesgado vacío, mientras que el intento de cambio por medio de la protesta, una odisea con sabor a derrota.
El grupo literario “Pluma de Carne” evita una idea estigmatizante, albergando diversas voces, con una voz común: la difusión del arte en todas las expresiones posibles. La revista cultural es una de ellas.
Sirva esta moralidad para intentar alejar, de nosotros mismos, los imperfectos círculos de la vanidad y el ahogo.
El editor
Myrna Ruiz Quispe
PÁJARO
Eras y eres pájaro sin rumbo, sin vuelo. Llenas la vida de color pero andas en blanco y negro. Caminas sin prisa, buscando la salida del mar, buscando algo que te pueda llenar. Respiras aire melancólico, meditabundo estás al no hallar felicidad.
Pájaro del reír, vuela con tus alas enormes por el cielo azul, vuela por encima del océano y deja que sus olas te acaricien las mejillas y no llores más. Pasea por las nubes y que el viento te ayude a respirar. Canta, Grita fuerte y que en tu canto sientas que la vida no es soledad. Cree en ti, en tu aleteo vigoroso y rebozante y siente, siente y sólo siente que en tu andar dejas huellas en el mar.
NIÑA SONRISA
Imagino, solo imagino. Imagino ser niña por un momento, perderme de este mundo, de esta casa, ser yo misma.
¡No puedo! La realidad me va aplastando, me reduce, ya no soy yo. ¿A dónde te fuiste? Estoy adormecida, sedantes antisueños corren por mi cuerpo y llegan a mi pecho.
Besos repartidos, ruegos compartidos, órdenes impartidas me quitan lentamente la vida.
– ¿Por qué lloras?
Una niña que con su sonrisa borra todo mi sentir. Me da un beso y ya no soy de aquí.
Telaraña, telaraña, besos asfixiantes, no me muevo, ya soy otra.
Máscaras, máscaras, me las quito en las noches, me cuesta sonreír.
Tu palabra es mi cárcel, ¡Córtate la lengua!
Déjame imaginar mirando la ventana donde corre la niña que me tiende la mano.
Imagino, solo imagino. La niña me ronda, es parte de mí. Sonrisas verdaderas, abrazos que me llenas, dulzura acogedora, caricias de olvidar, una mano extendida y suave me coge el alma y ya no soy de aquí.
Erika Ramírez Avalos
I
TÍTERE
El ser humano se caracteriza
por poseer libertad,
libertad para hacer
de su existencia algo mejor.
Sin embargo, yo perdí esa condición.
¡Dame vida! ¡Necesito de ti! ¡No me abandones! ¡Mírame! Aún estoy aquí. No me deseches de tu vida como si ya no valiera, aún te sirvo, ¡Vamos! Tómame en tus manos, tócame, desnúdame, desármame, haz como siempre lo que quieras conmigo. Dame esa droga maldita de tus caricias, embriágame con tu éxtasis hasta llegar a una sobredosis, una sobredosis que me quite el aliento y este amor que siento por ti, que me quite la vida, esta vida que quería sólo vivirla junto a ti. |
Ahora soy sólo un títere,
un títere del destino,
un títere de esta negra vida,
un títere de tus manos
y de un libreto
que ya llegó a su final.
Soy un títere,
que por su condición
no reclama libertad,
sino sólo te pide
una función más.
¡Libertad! ¿Para qué?...
felicidad.
Por favor:
II
AMOR ENFERMO
Déjalo que se vaya ¡déjalo! Ya no quiere estar más. No lo llames, no lo busques; ya no lo fuerces. Sólo déjalo ir, sólo déjalo morir.
No te imaginas cómo me hiciste falta, tanta falta como el agua al cuerpo, como el aire al alma.
¡Qué pasó! ¡Qué nos pasó! El amor se nos enfermó. Se enfermó de tanto placer, de tanta pasión, de tanto condimento y de tantos excesos. Dejó de disfrutar los ricos manjares de la buena cocinera, y tuvo que saciar su hambre con horribles comidas, que se convirtieron en sus dietas del día.
El rencor le invadió el alma, el carácter se le irritó, ¡pobre cocinera!, al quedarse solo y abandonado, con ella se desquitó.
Ahora yace en su lecho como un fósforo prendido apagado por la lluvia. Llora y sufre, sufre por los recuerdos de antaño, recuerdos de los siglos de oro que hoy se le convirtieron en eternidades de tortura.
Pobre moribundo que ha descubierto que hasta el recuerdo de los placeres tiene su dolor y el recuerdo de la alegría su amargura.
Sólo quiere dormir, sólo quier olvidar, sólo pide un jacinto amigo que lo ayude a soñar.
¡Qué pasó! ¡Qué nos pasó! El amor se nos murió.
¡No! ¡Mentira! Lo asesinamos los dos.
Lunha
A.M.
puntos suspensivos en un café
es indispensable tu hipócrita sonrisa
para mantenerme aquí
aún así subo y subo
y de tanto comer nubes (indigestión)
tu soberbia nuclear
hacen imperceptible tus abrazos
imperceptible tú
cierro la puerta
no quiero dormir
ESTOY AQUÍ…
Estoy aquí
Lo sé
Pero estoy cansada
Una cruz medieval
Me ha cortado la yugular
Connota amor connota dolor
Y después de haber gastado sudor
Me impresiona el espacio tan hondo
Sideral
Con mis lagrimitas acostumbradas
Después de esto
Silencio sincero
Acueducto de mi angustia
Que nunca sonríe
Especial humano.
EL ASTRO REY
el Sol
te siento tan femenina
como mis dos senos candentes
en intenso verano
como mi sangre remembrando tu olor
como la piel de la terrenal naturaleza
te siento
acaso ¿no es femenina?
P.M.
ya es tarde y he parido
un miedo con ojos brillantes
creo que lo amo
pero ya no me duele
mi angustia
es un perfume
es un perfume de mujer
aun desnuda
ojos brillantes
mutismo
no tengo tiempo
estoy cansada
siempre
cierro la puerta
pero los ojos siguen allí
(*) Todos los textos de la autora son extraídos del poemario inédito:
He parido un miedo
LOS INQUILINOS DE PAPÁ
El minutero avanzaba grandemente y se acercaba la hora del momento final, no existía objeción alguna por cada integrante de la mesa, cada quien tenía que hacer lo que “comúnmente” se respetaba en la casa. Cuando todo estaba establecido, se esparcía en el lugar un soñoliento silencio que simplemente acogía a la familia y a cada inquilino presente (aunque casi nunca se dejaban ver). Se apagaban las luces aproximadamente a las diez de la noche, debido a que el patriarca acostumbraba a repetir en cada noche, palabras con honda presura: “mañana tienes que estudiar, así que descansa temprano, yo por mientras me encargo de tu hermana.”
Efectivamente, todas las noches mi padre Ramón hacía descansar a Lucero, porque al parecer suyo tenía pesadillas y soñaba con los monstruos debajo de la cama, por mi parte creo yo que eso son tonterías, ya tiene nueve años como para estar pensando en cosas de niñitas, debe aprender de mí, ya soy todo un hombre, he cumplido trece años. En la casa habitaba mi padre, mi hermana y yo, aunque por las noches hay ciertos señores y señoras que habitan el segundo piso, es el cuarto de mi madre. Había fallecido hace cinco años, yo aún siento su presencia, la recuerdo; me divertía con su mirada, me compraba helados, me sacaba a pasear fuera de casa, pero a veces enloquecía, me daba miedo, a Lucero la calateaba en medio de la sala y le echaba agua fría para que dejara de llorar; a mí me amarraba con alambres en las manos, según ella para aprender a comportarme y respetar a mi padre que llegaba arrastrándose a la casa durante las madrugadas; yo la entiendo muy bien, ella quería protegerme, lástima que después de esa noche no la volví a ver más. Como dije, ya todo era totalmente silencio y además todos estaban acostados y creo que yo era el único que se mantenía despierto. Por momentos me entraba la curiosidad de saber quiénes eran esos tipos y tipas que habitaban en lugar de mamá, naturalmente sentí una corazonada de que ellos hacían algo incorrecto; sin embargo, sólo era eso, nada más que una simple intuición. Nada malo podría ocurrir arriba, mi padre puede ser grosero, borracho, usurero, pero no malo y deshonesto. Que yo recuerde, no nos pegaba: “Carajo, no les he dicho par de mierdas que no jugaran alrededor de la mesa… quieren que les bañe con agua caliente mocosos mal paridos…”
Es muy bueno mi padre Ramón, no pretendía hacerle daño con mis cosas de adolescente, con las preguntas tan fueras de lugar, ¿Qué es el sexo?, ¿Qué significan las drogas?, ¿Qué es el sida?, ¿Puedo enamorarme de mi amigo Alonzo? Yo sólo quería saber quiénes eran los inquilinos de la casa. Me levanté despacito, despacito para que papá no se diera cuenta de que quería espiar a sus amigos “hijos de perras”, porque así los llamaba, hijos de perras, yo no entiendo qué quiere decir con eso, de repente conoce a sus madres, deben ser malas madres, quien sabe, aunque hay momentos que observo entre sus labios una gran satisfacción y a la vez una cólera tan dura cuando lo grita fuertemente.
Me coloqué mis pantuflas de conejo y caminé lentamente hacia el segundo piso; escuchaba algunos quejidos, creo más bien que eran gemidos, lo digo debido a que parecía una especie de alegría o algo así.
Cuando me dirigí hacia las gradas de la sala, mis manitas comenzaban a sudar frío, mis pelitos se ponían en punta, era delicioso. Por ratos volteaba a ver si alguien me seguía los pasos, desde que mamá murió tuve siempre esa sensación, de que alguien me estuviese observando las espaldas, sin embargo no había nadie y proseguí caminando hacia los cuartos.
Qué cólera, como era de esperarse el cuarto de mamá se encontraba cerrado, no puedo ingresar así no más, ahora no hay cómo saber qué ocurre por dentro. Casualmente había un agujero debajo de la puerta, así que me asomé a ver. Los señores y las señoras estaban desnudos, seguro que así se acuestan para dormir el uno con el otro, yo a veces hago lo mismo, debe ser para darse abrigo, y es que hace un frío intenso. Eran las doce de la noche y seguían despiertos (¿acaso no tenían sueño?).
Deben ser buenos amigos entre ellos, él señor gordito le presta a su mujer mientras que el otro hace lo mismo y la va tomando de la cintura. Empiezan por hacer cosas extrañas, no puedo ver muy bien por este agujero, quizás si me dejaran entrar podría practicar con ellos y hasta acompañaría al gordito para ayudarle con su trabajo corporal, sí, el que está encima de la señora, supongo que debe ser esposa del otro señor. Mientras ellas se mueven encima de ellos, los señores van sacando una bolsa negra pero blanca por dentro, realmente parecen ser limpios porque van rociando por todo el lugar talco, será acaso que pretenden dejar el cuarto como la casa de Diosito, deben estar preparando la llegada de mamá, por supuesto, ellos desean que mamá regrese por mí y por Lucero o al menos regrese a visitar a papá. En verdad qué buenos son los inquilinos de la casa. Qué extraño, de pronto comienzan a comer el polvo y no sólo es eso, sino que empiezan a meterlo por la nariz, hahaha… qué inocente que soy, cómo va ser talco, eso se llama harina, pero lo que no entiendo es por qué se lo meten a la nariz.
Pasaron más de cuarenta minutos y el niño aún seguía mirando las atrocidades que cometían los señores, los cuales se quedaron dormidos al igual que Danilo, salvo que éste despertó antes que ellos.
¿Qué sucedió?, ¿qué hago tirado en el suelo?, ah verdad, estaba observando cómo se divertían los amigos de papá, voy a ver qué pasó con ellos. En definitiva los señores y señoras, como los llamaba Danilo, habían quedado exhaustos en medio del cuarto. Entonces aprovecharé y abriré la puerta para probar esa harina que aún sobra en la bolsa negra. Sabe raro, haber más, ¡¡¡agggg!!!, está amargo, no se parece a la harina que utilizaba mamá para hacer los pasteles, de todos modos eso no importa ahorita, con tal de que vuelva mamá, todo esta permitido.
El jovencito bajó al primer piso tropezando con las cosas del cuarto, la pequeña dosis de cocaína le había hecho efecto tan rápido que no podía mantenerse de pie por largo rato y mucho menos observar con claridad los objetos.
Me siento muy extraño, no puedo caminar sin estar cayéndome a cada rato, será mejor que me vaya a mi cuarto antes que papá despierte, pero primero pasaré por el cuarto de mi hermanita Lucero a ver si ya se durmió. Danilo al entrar al cuarto de su hermana observó algo aún más extraño que lo que había pasado con los inquilinos, observó a su padre sin ropa encima de la cama de Lucero, mientras ella, desnuda, lloraba en la esquina del cuarto sin consuelo. ¿Y mi hermana?, ¿dónde está?, ahahahah… acá estás hermanita, ¿por qué estás llorando?, ¿acaso mi padre te pegó?, no seas tonta él nunca te haría daño, más bien vamos arriba, al segundo piso, los inquilinos han preparado un lugar especial para ti, hoy vas encontrarte con mamá, mañana seré yo y pasado papá, ah pero eso sí, hazme un favor hermanita, no le digas que estuve despierto toda la noche, quizás ella se enoje conmigo.
[1] Con este cuento, el autor recibió una mención honrosa en
LA DESPEDIDA
Por José Albites
Yo no sé, gritó el hombre cuando la vio jugando en su habitación. Tenía los ojos grandes, la mirada vacía y miserable.
Debo ignorarla, pensó.
–¿Por qué no quieres hablarme?, ¿por qué me ignoras?, ¿acaso tu existencia no es un constante quehacer de vanidades, un sin número de relaciones en los que elegir y ser amable con el forastero se dibujan en tu rostro con la ingratitud de la decencia?... ¿acaso me temes como la multitud?
El hombre, atónito, inquirió con la misma certeza de la duda:
–Estoy condenado a construirme cada instante, a tener que elegir y fallar, aceptar con responsabilidad lo que elija.
Yo sé que no me tienes miedo, dijo ella, serena y amable, con un pequeño sentimiento de culpa, ¿sabes?, soy tu complemento, coexisto en tu almohada cuando murmuras el sueño, y es cuando sueñas que te percatas de mi presencia.
Intentó el bosquejo de alguna serenidad. Escapar, donde mi relación con el infinito no exista, dejarla sola, huir, pero en este pensamiento, cuando la soledad se abrió paso sin remedio hacia el espejo de su nombre, halló la respuesta: No existe para el hombre la mínima libertad.
Callado, con un vacío donde cabe la silueta del corazón, el hombre no pudo eludir su extraña responsabilidad: ser cobijo y abrazo de aquella oscura dama… aceptarla así, dolorosa y amiga, sin temor ni presagio del olvido, sólo consentir lo veraz de lo futuro, la perfecta armonía de los días venideros.
–Sólo tengo una duda, dijo la muerte, ¿te gustaría que todo el tiempo culmine en un suspiro?
AL DESPERTAR
Por José Carlos Mendoza
Jorge se despertó agitado, estaba sudando y sintió un miedo terrible que se extendió desde su pecho hasta todo su cuerpo, lo sintió más terrible cuando el miedo tocó sus uñas. Miró a su costado y vio que ella estaba allí, no la había perdido, todo había sido un sueño, un sueño nada más. Se sintió aliviado, miró hacia su alrededor y vio que aún no amanecía, se metió debajo de la frazada y la abrazó, ella respondió, se presionó sobre su pecho y siguió soñando. Jorge la miró y trato de volver a dormir.
Sus vidas se habían unido, por así decirlo, ya hace tres años atrás. María estudia en la misma universidad donde estudiaba Jorge, estaban en la misma facultad, la misma carrera, pero él llevaba un año adelantado. Jorge ya estaba en el penúltimo ciclo cuando la vio, ella había llegado por traslado de otra universidad, él lo sabría después. No se enamoró a primera vista, aunque le pareció muy bella, pues era un tipo que pensaba que el verdadero rostro de las personas se ve cuando se les mira con los ojos cerrados. La conoció por medio de una amiga, María había buscado conocerlo con la intención de que la ayudara con un trabajo, él acepto gustoso y muy a pesar de lo que pensaba se fue enamorando de ella.
La vida de Jorge cambió desde entonces, ya no podía concentrarse, empezó a descuidar sus estudios, no podía avanzar en su tesis, sólo se preocupaba por que le dejaran trabajos a María y así poder ayudarla, verla, conversar con ella, saber cómo estaba, en fin, respirar algo de su aire.
No sé cuándo Jorge, estando con María, le cogió las manos, le dijo Te quiero, Y yo a ti, Pero te quiero para mí, estoy enamorado de ti, me enamoré de ti ya hace tiempo pero no tenía valor para decírtelo, Jorge, yo no sé que decir, también te quiero pero, Pero no importa, yo te quiero lo suficiente para poder hacer que me llegues a querer tanto como yo a ti, ¿quieres ser mi enamorada?, Sí, dijo María después de un breve silencio, ella sonrió, él ya casi lloraba. Jorge la abrazó y la besó, se besaron, se fueron caminando juntos, él estaba contento, había dado muy bien su examen, pudo mostrar un avance de su tesis a su asesor y María aceptó estar con él. No pedía más.
Jorge logró graduarse y consiguió trabajo pronto, y así como lo consiguió decidió que ya era hora de ser independiente, alquiló un departamento con opción de compra. Pensó que ya era el momento de proponer a María que la relación pasara a otro plano, ya era un año y todo había pasado muy bien y a su tiempo, se querían y él podía ya mantener un hogar, por qué entonces no proponerle la convivencia.
Cuando se encontró con ella, él fue a buscarla a la universidad, se la llevó a almorzar, el ceviche lo sintió muy picante, el pato guisado algo insípido, a la limonada le faltó azúcar, pero no sabía cómo decirle a María que después de ese tiempo ya es hora de formalizar, Ya tengo capacidad para mantenernos, no dependerás de mí, claro, te ayudaré, mi amor, esto es muy importante, sí, el matrimonio, lo sé, pero quisiera que primero nos conociéramos en la convivencia, es decir más, te amo y eres muy importante, qué dices. María lo pensó, su tenedor subía lentamente el trozo de lomito saltado, lo detuvo antes de que entrara a su boca, lo miró, Sí, tienes razón también te amo, vamos a vivir juntos, dijo. Jorge le cogió la mano y la miró como él creyó que nunca la había mirado, terminaron de almorzar y fueron al cuarto de María a preparar todo para la mudanza. Ella no tendría problemas, su familia vivía en el sur y a su debido tiempo se enteraría, pero lo entenderían, pues Jorge ya conocía a la madre de María en uno de sus viajes que hizo para ver cómo andaba la hijita, qué hacia, cómo iba en los estudios, en uno de esos, Jorge conoció a la mamá de María y se llevaron bien.
Al día siguiente todas las cosas de María ya estaban en el departamento de Jorge, si bien no muy ordenadas pero estaban, y eso era lo importante, sus vidas cambiaron, cada uno tenía hábitos que el otro iba descubriendo conforme pasaban los días, a veces se sorprendían cuando descubrían algo nuevo o simplemente reían, como la vez que María descubrió que Jorge también escuchaba la misma emisora romántica que ella, pero mientras ella lo escuchaba para soñar despierta, él la oía para poder dormir a causa del aburrimiento. Pasaron momentos muy buenos, se lograron comprender y aprendieron a convivir conociéndose mutuamente y logrando convencer a los padres de María que se querían y deseaban formalizar. María ya estaba a punto de graduarse y él había ascendido rápidamente en el trabajo, así también le iba preparando un lugar en la empresa donde trabajaba. Ella estaba tranquila y podía desenvolverse normalmente en los estudios, estaba mentalizada en acabar la carrera, en cuanto a hijos, ambos pensaron que aún no era el momento, mejor era tener una buena solvencia económica para poder no sólo pensar sino también tenerlos. Jorge estaba tranquilo, todo lo había pensado como lo quería, estaba con la mujer que amaba había logrado graduarse y tenía un gran empleo, todo era magnifico. A pesar de todo, no entendía por qué esta noche había soñado eso, ella estaba a su lado, era una pesadilla, la abrazó y sintió los brazos de ella atraparlo, entonces siguió durmiendo, cuando de pronto sonó el despertador.
El despertador sonó a las siete de la mañana, Jorge presuroso se levantó, miró el reloj y salió de su cuarto corriendo, fue a la cocina, encontró a su madre y pidió que le hiciera el desayuno. De vuelta en su cuarto, mientras se vestía para ir a la universidad maldijo ese día, tenía que dar un examen para el cual no había estudiado, un avance de tesis que no había preparado y quién sabe si María lo acepte cuando él le declare su amor. Mientras le daba los últimos toques a su presencia, oía la emisora romántica que normalmente sintonizaba para poder dormir, pero ya no le causó aburrimiento, lo hizo soñar despierto.
EL SILENCIO CREATIVO DE LUIS EDUARDO GARCÍA
Por Oscar Ramirez
El día jueves 10 de abril, se llevó a cabo en el Centro de Convenciones del ICPNA un encuentro de narradores jóvenes de la costa norte del Perú, titulado
Oscar Ramirez.- Esta es una pregunta típica y siempre formulada, pero la considero un tanto necesaria: ¿qué es para usted el arte de escribir?
Luis Eduardo García.- Como dices, la pregunta ha sido hecha tantas veces, y la respuesta ha sido dada también tantas veces, que cualquier respuesta ahora resultaría hasta resobada y perdería su fuerza original, sin embargo debo decirte que escribir es mi forma de vida, es un estado de identidad y una forma sincera de asumir las limitaciones que se nos presentan; la literatura te permite hacer, hasta cierto punto, más interesante las cosas que, por lo general, son aburridas… bueno, pero en general, escribir es para mí como respirar…
O.R.- ¿Una especie de liberación?
L.E.G.- Digamos, porque la literatura es todo, representa en cada etapa de la vida un todo, una parte, por ejemplo: cuando eres joven, la literatura significa, probablemente, una pasión desbordante; cuando van pasando los años, y te vuelves más sereno, la literatura es una forma de conocimiento, de contemplación; más adelante, puede ser como una forma de vida… por eso digo que es todo, pero en cada etapa de la vida va significando un aspecto, una aspiración.
OR.- Bajo este criterio, asumimos que la literatura define etapas en la vida del escritor, entonces, desde el 85, año en que usted ganó el Premio Poeta Joven del Perú con Dialogando el Extravío, hasta el día de hoy, ¿qué tipo de evolución ha habido en su literatura?
L.E.G.- Bueno, yo he dejado de publicar poesía hace quince años.
O.R.- Estamos hablando de poemario Confesiones de
L.E.G.- Claro, ese poemario fue el último, luego publiqué un libro de cuentos (Historia del Enemigo) y después un libro de ensayos y entrevistas.
O.R.- Se refiere a Tan frágil manjar.
L.E.G.- Exacto, luego ha habido un silencio largo, actividad creativa por momentos, pero ahora tengo un libro que saldrá en julio y que tiene el nombre provisional de Teorema del navegante, y que será editado por Mesa Redonda; además, dentro de quince días, en Lima sale un libro de cuentos, que se llama El suicida del frío, en editorial Zignos, y claro, hay un cambio evidente, cambia el ser humano, cambian ciertas formas de escritura, pero en esencia creo que sigo siendo el mismo.
O.R.- ¿Y a qué se deben estos silencios creativos?
L.E.G.- Creo que es una especie de recogimiento necesario, cuando uno es joven quiere publicar todo, es impetuoso, vehemente, pero conforme pasan los años te das cuenta que no todo lo que uno escribe debe ser publicado, hay que guardar un silencio prudencial, hay que llegar hasta un cierto estado de sabiduría.
O.R.- Hay que recatarse, digamos, no aventurarse sin la convicción de la seguridad.
L.E.G.- Sí, no hay que apurarse, escribir mucho no significa en realidad nada, publicar mucho, tampoco, hay que publicar cuando creamos que lo que se ha hecho vale realmente la pena, pero tampoco hay que caer en la aridez absoluta de que por un afán perfeccionista, uno no llega a publicar nunca.
O.R.- Siendo así, y con el surgimiento de las voces jóvenes que intentan llenar aquel vacío que van dejando los años, ¿cómo ve usted el nuevo panorama de la literatura liberteña?
L.E.G.- Mira, en realidad no he seguido con mucha atención lo que se produce últimamente, y creo que estoy haciendo lo mismo que hizo la gente de mi edad cuando yo tenía la edad de ustedes; se escribe mucho y se publica poco, pero en general te puedo decir que, y aunque suene muy duro, el ambiente es bastante mediocre, muchas veces las aspiraciones del escritor son muy cortas, muy limitadas… no hay que mirar la literatura con ojos de provinciano, hay que mirar la literatura con ojos de universalidad, hay que aspirar a leer en otras lenguas…
O.R.- Usted es amante de la literatura de Pessoa.
L.E.G.- Así es, y llegué hasta Lisboa para conocer su casa, por eso digo que hay que generar un carácter más abierto del escritor para el mundo, hay que viajar más, crear mercados y circuitos más interesantes.
O.R.- Surge ahí la necesidad de crear editoriales más abiertas.
L.E.G.- Exacto, no hay que contentarnos con los libros editados de manera tan artesanal, sin una buena distribución, hay que ser más exigentes con nosotros mismos, hay que exigir también que los editores de libros sean más agudos…
O.R.- Que no se preocupen sólo de publicar, sino también de difundir.
L.E.G.- Y no sólo eso, sino que las publicaciones deben estar acompañadas de un aparato crítico que vaya vigilando qué es lo que está sucediendo y como esto va evolucionando; pero creo, en términos generales, que la poesía ha ido más lejos que la narrativa, hay un atraso, eso explica por qué no se publican muchos libros de cuentos, creo que los poetas han llegado más rápido a la modernidad que los cuentistas, en un sentido, yo no digo que hayan jóvenes que estén escribiendo de manera muy moderna, sino que en términos generales, por lo que se ve, no hay casi libros de cuentos publicados.
O.R.- Es, tal vez, por un hecho tangible de que no hay una evolución temática en lo que se escribe.
L.E.G.- Puede ser eso, pero creo que la poesía ha llegado más rápido a la modernidad que el cuento.
O.R.- Ha encontrado una mayor evolución en la poesía que en la narrativa trujillana.
L.E.G.- Tengo esa impresión, no lo he podido comprobar, pero por lo poco que he leído tengo esa impresión, aunque no puedo dar un veredicto final por el número de libros de poesía que se publica que es mucho mayor al de cuentos, sino porque los cuentos que he leído publicados arrastran ciertos estigmas indigenistas, en muchos casos es una temática que ha sido superada, es verdad que hay jóvenes que tienen una gran influencia de Cortázar, Borges, y de todos los narradores latinoamericanos posteriores al Boom, sin embargo no noto que hayan llegado más lejos, que hayan evolucionado, que la modernidad haya entrado con mayor fuerza a la narrativa.
O.R.- No han conseguido una voz propia dentro del grupo cultural en que se desenvuelven.
L.E.G.- Claro, pero tampoco hay un número suficiente de narradores para que generen un movimiento intelectual de mayor envergadura… esto va a suceder, estoy seguro, cuando exista, o tal vez ya existe, una generación que empiece a generar aquellos cambios en la narrativa.
O.R.- En una entrevista, Mario Vargas Llosa comentaba que la literatura peruana, en general, está en su mejor momento porque viene arrastrando el criterio de la post-guerra que se desarrolló a finales de los años
L.E.G.- Considero que es un hecho que articula a la literatura, hay periodos en que la literatura se mira así misma, pero hay periodos en que la literatura empieza a mirar el entorno, la realidad social, y eso es lo que nos está pasando ahora; se están escribiendo novelas y libros de cuentos cuyo eje central es la guerra que sufrió el Perú en la década de los
O.R.- Por el problema de las editoriales y la difusión.
L.E.G.- Y porque viven en provincia, porque publican en editoriales cuyos libros no circulan casi, porque la recepción de estos libros que se publican son muy pobres, y porque no hay una caja de resonancia periodística ni menos crítica.
O.R.- Sucede como una especie de hermetismo en el criterio de publicación.
L.E.G.- Es que lo que hace la literatura es repetir un viejo mal que existe en el Perú, el centralismo, pero hubo momentos en que la literatura ha logrado remontar estas diferencias, recuerda que hubo un periodo a comienzos del siglo XX en que el eje gravitacional de la literatura peruana se traslada al interior, a las provincias; luego este eje, acuérdate del Grupo Norte, y otros grupos más del interior del país, es retomado por Lima, y podría ser que, en un futuro no muy lejano, el eje de la literatura peruana se traslade al interior del país, lo cual es muy probable y sería, a la vez, muy interesante.
O.R.- Ya que menciona el centralismo, sucede que entre los narradores, especialmente, se ha venido realizando a través de los años una suerte de disputa, una discusión demarcada entre los criterios categóricos de escritura, creando dos grupos: los criollos y los mestizos. ¿Cree usted que este conflicto ha mellado en la evolución creativa y temática de nuestra literatura?
L.E.G.- Esas son discusiones circunstanciales, la literatura es una sola, y la preocupación de los escritores debe ser escribir bien y ser fiel a sus llamados internos, a sus demonios interiores; los grandes debates son siempre positivos siempre y cuando empujen la literatura hacia delante y no se queden en una simple discusión de nombres o etiquetas, porque eso ha pasado, en buena cuenta, con la vieja discusión entre criollos y mestizos, pero ese debate no hace sino expresar una dicotomía y un divorcio que sufren las sociedades en su conjunto; no es este el objetivo de la literatura, en general, sino que esta es una división de la sociedad peruana, pero considero que el principal objetivo del escritor del escritor peruano debe ser el escribir bien.
O.R.- Bueno, esta es una pregunta más como de confesión, ¿en cuál de los géneros o variantes literarias se siente usted más libre?
L.E.G.- Todo me atrae, yo comencé escribiendo poesía, luego publiqué dos libros de cuentos, pero también soy periodista, y es un cosa que con el tiempo he ido queriendo… creo que me siento bien en todos lados, los géneros finalmente no hacen nada, no son compartimentos excluyentes, al contrario, yo creo que en un buen cuento puede haber muy buena poesía, y un poema puede estar escrito en una muy bella forma de narración… en lo que yo creo, en general, es en la literatura, pero si hay algo que despierta una particular pasión en mí, es la poesía.
LUIS EDUARDO GARCÍA. Poeta, narrador, abogado y periodista reconocido a nivel nacional. Enseña Periodismo Literario y Fundamentos de Periodismo en
Es autor de los poemarios “Dialogando el extravío” (1986), “El exilio y los comunes” (1987) y “Confesiones de la tribu” (1992); del libro de cuentos “Historia del enemigo” (1996); y de “Tan frágil manjar” (2005), libro de entrevistas, ensayos y crónicas. En 1985 ganó el VI concurso El Poeta Joven del Perú. Mantiene desde 1986, una página de reseñas y comentarios literarios en el suplemento dominical del diario
Colabora de la misma forma en distintos diarios a nivel nacional, como “El Peruano”, “