sábado, 11 de octubre de 2008

AL DESPERTAR


Por José Carlos Mendoza

Jorge se despertó agitado, estaba sudando y sintió un miedo terrible que se extendió desde su pecho hasta todo su cuerpo, lo sintió más terrible cuando el miedo tocó sus uñas. Miró a su costado y vio que ella estaba allí, no la había perdido, todo había sido un sueño, un sueño nada más. Se sintió aliviado, miró hacia su alrededor y vio que aún no amanecía, se metió debajo de la frazada y la abrazó, ella respondió, se presionó sobre su pecho y siguió soñando. Jorge la miró y trato de volver a dormir.

Sus vidas se habían unido, por así decirlo, ya hace tres años atrás. María estudia en la misma universidad donde estudiaba Jorge, estaban en la misma facultad, la misma carrera, pero él llevaba un año adelantado. Jorge ya estaba en el penúltimo ciclo cuando la vio, ella había llegado por traslado de otra universidad, él lo sabría después. No se enamoró a primera vista, aunque le pareció muy bella, pues era un tipo que pensaba que el verdadero rostro de las personas se ve cuando se les mira con los ojos cerrados. La conoció por medio de una amiga, María había buscado conocerlo con la intención de que la ayudara con un trabajo, él acepto gustoso y muy a pesar de lo que pensaba se fue enamorando de ella.

La vida de Jorge cambió desde entonces, ya no podía concentrarse, empezó a descuidar sus estudios, no podía avanzar en su tesis, sólo se preocupaba por que le dejaran trabajos a María y así poder ayudarla, verla, conversar con ella, saber cómo estaba, en fin, respirar algo de su aire.

No sé cuándo Jorge, estando con María, le cogió las manos, le dijo Te quiero, Y yo a ti, Pero te quiero para mí, estoy enamorado de ti, me enamoré de ti ya hace tiempo pero no tenía valor para decírtelo, Jorge, yo no sé que decir, también te quiero pero, Pero no importa, yo te quiero lo suficiente para poder hacer que me llegues a querer tanto como yo a ti, ¿quieres ser mi enamorada?, Sí, dijo María después de un breve silencio, ella sonrió, él ya casi lloraba. Jorge la abrazó y la besó, se besaron, se fueron caminando juntos, él estaba contento, había dado muy bien su examen, pudo mostrar un avance de su tesis a su asesor y María aceptó estar con él. No pedía más.

Jorge logró graduarse y consiguió trabajo pronto, y así como lo consiguió decidió que ya era hora de ser independiente, alquiló un departamento con opción de compra. Pensó que ya era el momento de proponer a María que la relación pasara a otro plano, ya era un año y todo había pasado muy bien y a su tiempo, se querían y él podía ya mantener un hogar, por qué entonces no proponerle la convivencia.

Cuando se encontró con ella, él fue a buscarla a la universidad, se la llevó a almorzar, el ceviche lo sintió muy picante, el pato guisado algo insípido, a la limonada le faltó azúcar, pero no sabía cómo decirle a María que después de ese tiempo ya es hora de formalizar, Ya tengo capacidad para mantenernos, no dependerás de mí, claro, te ayudaré, mi amor, esto es muy importante, sí, el matrimonio, lo sé, pero quisiera que primero nos conociéramos en la convivencia, es decir más, te amo y eres muy importante, qué dices. María lo pensó, su tenedor subía lentamente el trozo de lomito saltado, lo detuvo antes de que entrara a su boca, lo miró, Sí, tienes razón también te amo, vamos a vivir juntos, dijo. Jorge le cogió la mano y la miró como él creyó que nunca la había mirado, terminaron de almorzar y fueron al cuarto de María a preparar todo para la mudanza. Ella no tendría problemas, su familia vivía en el sur y a su debido tiempo se enteraría, pero lo entenderían, pues Jorge ya conocía a la madre de María en uno de sus viajes que hizo para ver cómo andaba la hijita, qué hacia, cómo iba en los estudios, en uno de esos, Jorge conoció a la mamá de María y se llevaron bien.

Al día siguiente todas las cosas de María ya estaban en el departamento de Jorge, si bien no muy ordenadas pero estaban, y eso era lo importante, sus vidas cambiaron, cada uno tenía hábitos que el otro iba descubriendo conforme pasaban los días, a veces se sorprendían cuando descubrían algo nuevo o simplemente reían, como la vez que María descubrió que Jorge también escuchaba la misma emisora romántica que ella, pero mientras ella lo escuchaba para soñar despierta, él la oía para poder dormir a causa del aburrimiento. Pasaron momentos muy buenos, se lograron comprender y aprendieron a convivir conociéndose mutuamente y logrando convencer a los padres de María que se querían y deseaban formalizar. María ya estaba a punto de graduarse y él había ascendido rápidamente en el trabajo, así también le iba preparando un lugar en la empresa donde trabajaba. Ella estaba tranquila y podía desenvolverse normalmente en los estudios, estaba mentalizada en acabar la carrera, en cuanto a hijos, ambos pensaron que aún no era el momento, mejor era tener una buena solvencia económica para poder no sólo pensar sino también tenerlos. Jorge estaba tranquilo, todo lo había pensado como lo quería, estaba con la mujer que amaba había logrado graduarse y tenía un gran empleo, todo era magnifico. A pesar de todo, no entendía por qué esta noche había soñado eso, ella estaba a su lado, era una pesadilla, la abrazó y sintió los brazos de ella atraparlo, entonces siguió durmiendo, cuando de pronto sonó el despertador.

El despertador sonó a las siete de la mañana, Jorge presuroso se levantó, miró el reloj y salió de su cuarto corriendo, fue a la cocina, encontró a su madre y pidió que le hiciera el desayuno. De vuelta en su cuarto, mientras se vestía para ir a la universidad maldijo ese día, tenía que dar un examen para el cual no había estudiado, un avance de tesis que no había preparado y quién sabe si María lo acepte cuando él le declare su amor. Mientras le daba los últimos toques a su presencia, oía la emisora romántica que normalmente sintonizaba para poder dormir, pero ya no le causó aburrimiento, lo hizo soñar despierto.

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